Ferretería Llanza, uno de esos negocios históricos de barrio, casi centenarios, ha echado el cierre. Con 97 años a sus espaldas, el adiós de la mítica ferretería del barrio de L’Exaimple (Barcelona) representa un capítulo más de la reconversión -y quizás despersonalización- que sufren muchos barrios tradicionales del país: repletos de grandes cadenas o franquicias, cada vez con menos comercio de barrio.
El negocio ha sobrevivido hasta ahora gracias al tesón de su actual propietario, Jaume Llanza, quien ha estirado la jubilación hasta los 82 años, quizás por resistirse a dejar de lado una ferretería icónica entre los vecinos.
A uno y otro lado de la ferretería, como escoltas, otros dos establecimientos que son ya de los pocos vestigios de otras épocas en el barrio, nacidos al calor del fin de la Guerra Civil española: la carpintería Ribas y la fontanería Sáez.
Ahora el paseo de Sant Joan, con una fisonomía radicalmente distinta al del siglo pasado, deberá convivir con un nuevo cierre de un comercio histórico, el de una ferretería tan añeja como particular, para la que no existe relevo.
El icónico cartel de inspiración art decó de la Ferretería Llanza, tan habitual en el diseño comercial de los años 30 y 40 del siglo pasado, dejará paso a un nuevo comercio, quizás más moderno, más lucrativo, pero lejos del legado de una ferretería casi centenaria.
















