Me declaro oficialmente pasmado ante el efecto catalizador que ha tenido el COVID en la proliferación de ferias y eventos con clientes en los últimos años.
No paro de recordar que, antes de la pandemia, lo normal era mirar con lupa la rentabilidad de estos eventos y lo habitual era escuchar consideraciones que retaban a sus organizadores a reinventarse; también argüir que, en un modo de vida determinado por la escasez de tiempo y en el que crecían de forma exponencial los hábitos online, no habría espacio para las ferias presenciales.
Pues de todo eso NADA. Ahora prima “que hay que estar donde está el cliente” (aunque no siempre vaya), el tempo de las rentabilidades se mide en evos y la forma de evaluar nuestra participación tiene más aristas que un poliedro. Hacemos equipo, sirven para mejorar los procedimientos comerciales, aprovechamos para hacer mentoring, etc… ¡Cuántas formas de decir que a las empresas les sobra el dinero!
A toro pasado, además, se produce, lo que en marketing se conoce como racionalización poscompra. ¿Cómo voy a criticar la decisión de haber asistido a la feria si la tomé yo? Me atrevo a decir que en nuestro sector estas decisiones se toman por decisores aislados y que los mecanismos de sesgo positivo tienden a preponderar una vez realizada la inversión. Todas las elucubraciones posteriores tienden a alimentar el ego. Seguimos haciéndonos trampas al solitario.
Un sitio de cócteles y carne en Sevilla que hemos descubierto de feria: Hummo
PD: he mantenido el titular de este post a pesar de que la inmensa mayoría de los que me rodean no sobrepasan la treintena y cuando digo gogó sólo ven bailarin@s de discoteca subidos en alto.
Javi, me declaro fan incondicional de tus expresiones y de cómo nos amplías el léxico. Confieso que no había escuchado el término ‘evo’. ¡Lo añado a mi vocabulario!
Hay que utilizar todo el léxico del español que es inmensamente rico.