En apenas unos días, el sector ferretero ha mostrado su doble realidad: mientras en Salamanca, la histórica Ferretería Josmi anuncia su cierre tras más de cuatro décadas por falta de relevo generacional, en Agaete (Gran Canaria) los vecinos celebran la apertura de Lizcan Ferretería, que viene a cubrir una necesidad básica del municipio. Dos noticias que invitan a reflexionar sobre el presente y el futuro del pequeño comercio.
Porque cada cierre, además de suponer una persiana más bajada, es un vecino que ya no saludas al pasar, un consejo experto que desaparece, una urgencia solucionada en la puerta de al lado que ya no tendrás.
Cuando elegimos comprar online o en grandes superficies por costumbre, olvidamos que ese negocio de la esquina es el que sostiene a familias de nuestro entorno, el que da vida a la calle, el que hace que sigamos teniendo un barrio con rostro humano. Nuestras decisiones importan.
Como consumidores, tenemos más poder del que creemos. Con cada compra que hacemos fuera del barrio, también las que hacemos online que sustituyen al paseo a la tienda, estamos decidiendo el modelo de ciudad o de pueblo que queremos. Si queremos seguir contando con comercios cercanos, especializados y humanos, necesitamos apoyarles activamente.
Y no sólo es por nostalgia del pasado, por recordar cómo compraban nuestros padres o abuelos; se trata de preguntarnos qué queremos para el futuro. Si queremos vivir en entornos ricos en vida, donde los rostros se conozcan y el apoyo sea mutuo, tenemos que apostar por el comercio local.
Es una decisión cultural, social y humana. Es elegir una forma de vida donde el barrio no sea sólo un lugar de paso, sino un espacio compartido, con relaciones reales, con apoyo mutuo, donde lo cotidiano importa. Cuidar el barrio va más allá de la frase bonita que parece: es un compromiso práctico. Y empieza por algo tan sencillo como elegir dónde compras, a quién apoyas, con quién construyes tu día a día. El cambio está más cerca de lo que creemos, porque está en nosotros.
Lo has clavado. Nunca mejor dicho. Estoy cansado de que vengan a que le solucione los problemas que no le resuelven las grandes superficies y por supuesto internet para luego comprarme un blister de tornillos. Llegaremos a tener que cobrar por asesoramiento. Como dice un compañero, después del covid los clientes venían con otro talante. Agradecidos porque teníamos abierto. Trabajamos mucho ayudando a los clientes lo que podíamos tratando de fidelizarlos. Hoy en día estamos igual o peor que antes del covid.
Muchas gracias por tus comentarios, José Manuel.
Y todo ello teniendo en cuenta que al final a determinados clientes sólo los vamos a ver cuando necesitan comprar un junta de goma o 3 tuercas. Sí, es algo desesperanzador, pero yo procuro quedarme con los buenos.
Ser ferretero en estos tiempos, es bastante difícil.
Muy de acuerdo con tus reflexiones. Muchas gracias por comentar.
Ahora los bajos comerciales han perdido su valor pues nadie tiene interés en ellos ya que el tejido comercial se ha destruido. Y será difícilmente irrecuperable.
Es un cambio de paradigma, un cambio en los habitos de compra. Sin embargo creo que en lo referente al sector ferretero hay cierta esperanza. Creo que las ferreterias aportan valor y eso las permite defenderse en alguna medida de la criba. Aunque hay muchos vendedores la ferreteria tiene características que la hacen necesaria. Pero hay hilar muy fino para mantenerse porque las exigencias son muchas: surtido, precio, asesoramiento, servicios, rapidez en la respuesta, seriedad en los compromisos, conicimiento del producto, horario, etc, etc, etc…
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Muy acertada reflexión. No se puede discutir que el comercio de proximidad contribuye al desarrollo de la vida social en las calles. Nosotros estamos establecidos en el entorno de una calle que siempre tuvo gran actividad comercial con un mercado de abastos como punto central de referencia y plagado de comercios a lo largo de toda ella. Sin embargo hoy en día, al recorrer las partes más extremas de esa calle parece que se viaja a una ciudad abandonada: persianas bajadas, suciedad, paredes y escaparates plagados de carteles, poca iluminación. Hasta parece que la gente que se ve está triste. Ha sido un proceso gradual de años en el que poco a poco cerraban tiendas de referencia y ello llevaba a otras mas complementarias y a la hostelería a abandonar la zona. … / …
Felicidades por el artículo Iván, comparto totalmente tu opinión. Tenemos que apoyar al comercio de proximidad para que nuestros pueblos y barrios sigan vivos, es muy triste circular por zonas donde negocios con carteles de ‘se traspasa’ o ‘en venta’ esperan que algún emprendedor les rescate para volver a la vida.
Tal cual. Hay algunas ciudades en las que sus centros tienen más carteles de “se vende” por el centro que negocios abiertos. Muy triste. Gracias por tu comentario.
Que lejos quedan ya aquellas frases de no hace tanto durante una pandemia en la que perjurábamos que nada sustituiría al comercio de proximidad, al ferretero del barrio que le prometíamos amor eterno por salvarnos de Danas y demás catástrofes…
Tal cual. En las desgracias nos acordamos de estos negocios y prometemos no olvidarnos nunca de ellos. Nos dura medio minuto la idea, por desgracia. Gracias por tu comentario, Alejandro.
Así es, tienes más razón que un Santo, por desgracia creo que vamos en sentido contrario a tu artículo.
Por cierto muy buen articulo.
Gracias por tu opinión
Creo igual, vamos en sentido totalmente opuesto y, por desgracia, no parece que vaya a cambiar. Muchas gracias por comentar, José Miguel.