A veces, la modernidad se apaga en un chasquido. Y de pronto, nos encontramos con lo más elemental: una linterna, una pila, un generador. El lunes 28 de abril, a plena luz del día, España quedó completamente a oscuras por un fallo inesperado en el sistema eléctrico. Mientras los medios generalistas hablan de las diferentes hipótesis, en los suministros industriales y fábricas del país se vivía una historia más tangible, más pegada a la tierra: la de cómo un día sin electricidad se convirtió en un test de estrés para todo un sector.
Red Eléctrica Española habló de “una oscilación en los flujos de potencia entre Francia y España”. Lo técnico fue que una perturbación en la red provocó desequilibrios. Lo humano, ver a los trabajadores improvisando con datos móviles y a cientos de ciudadanos haciendo cola para comprar linternas y hornillos como si fueran bienes de primera necesidad. Porque lo eran.
Los fabricantes, sin actividad pero sin mucho coste de arranque
En Zaldíbar, a las 14:00 todavía no había luz. Aunque Bilbao ya respiraba, en esta zona de fábricas vizcaína las plantas como la de Irega tuvieron que esperar hasta las 20:30 para reanudar su actividad. “No teníamos suficientes generadores para mantener todo activo y tuvimos que parar por completo hasta las 20:30 cuando nos volvió la luz”, explica a C de Comunicación Juan Carlos Albín, gerente de la compañía.
Desde la frontera con Francia, Solter, fabricante de maquinaria de soldadura, también sufrió la parada, aunque menos tiempo. “No podíamos trabajar porque las cargas resistivas no funcionaban”, comenta Carles Martínez, director de ventas de la compañía. Su situación fue peculiar: pudieron activar algún generador, pero justo cuando lograron hacerlo, la luz volvió y pudieron reanudar la fabricación dos horas después, sin apenas coste de puesta en funcionamiento. Además, sí pudieron aprovechar para tareas administrativas cuando volvió internet: introducción de pedidos, revisión documental… “Eso sí, éramos los únicos trabajando”, añade Carles.
José Ignacio Tejel, director de fábrica, y Jaime Asens, CEO de Ruedas Alex, también fabricante nacional, confirman que el apagón impactó en su actividad industrial. La fábrica de Altaco no pudo retomar la producción desde las 12:33 del lunes hasta el final del turno de mañana, a las 15:00, periodo en el que solo se pudieron realizar tareas auxiliares. Y a las 16:00, la dirección decidió cerrar la planta, lo que también afectó al turno de tarde en oficinas. A pesar de la normalidad con la que ya han arrancado este martes, ambos estiman costes indirectos vinculados a la paralización de la producción durante un turno y medio.
En Ceys, aún evalúan los efectos, destaca Nacho Bretons, director comercial de AC Marca. Nacho señala que no había tenido contacto directo con la planta, pero que “las incidencias habrán sido mayúsculas como en el resto del país”.
Más suerte tuvo Miarco, subraya Ámparo Amblar, responsable de comunicación, ya que en Valencia era festivo y no tenían la planta en marcha. “Hemos vuelto hoy y hemos reanudado la actividad con total normalidad. La fábrica de Paterna ya se encuentra en pleno funcionamiento”. Un testimonio casi aislado en un día que puso contra las cuerdas la operativa de muchas fábricas.
Los suministros industriales, esenciales una vez más
En los mostradores de los suministros, el apagón no se vivió como un fallo técnico, sino como una marea humana en busca de soluciones inmediatas. En Ferretería Ubetense, en Úbeda, la luz no ha vuelto hasta las 8:00 de la mañana de este martes 29 de abril. “Estuvimos abiertos, pero sin poder hacer notas ni nada”, cuenta a C de Comunicación Maribel Biedma, gerente de la entidad. “Eso sí, vendimos casi todos los generadores y todas las linternas. Las de pilas volaron”.
Las historias que cuenta Maribel dibujan una realidad casi de película: “Los focos de carga se los llevaban al coche, daban una vuelta al pueblo o se iban a los pueblos de alrededor para que cargaran, y luego se los llevaban a casa para tener algo de luz”.
No sabíamos si cerrar, pero no podíamos dejar tirada a la gente. Había colas enormes para comprar linternas, hornillos, pilas…
Marc Puig, responsable de Ferretería Ustrell.
En Hidráulicas Talavera, la experiencia fue similar. Ángela Talavera apunta que la demanda de pilas, gas, linternas y generadores se disparó. Lo esencial volvió a tener valor. La dependencia eléctrica se convirtió en una vulnerabilidad expuesta.
En Vilafranca del Penedès, la jornada fue especialmente tensa. Marc Puig, responsable de Ferretería Ustrell, explica que no recuperaron la luz hasta las 21:00 y a las 22:00 volvió a la ferretería para cerrar junto a su padre. “Tuvimos que ir por miedo a los robos. Aquí los cierres no funcionaban y el ayuntamiento puso patrullas para evitar saqueos”.
Decidieron no cerrar durante el apagón, pese al caos. “No podíamos dejar a la gente tirada, aunque veíamos que todos los comercios de alrededor cerraban. Tuvimos colas enormes. Lo que más vendimos: hornillos, linternas y pilas”. Los datáfonos funcionaron un rato sin línea, hasta que agotaron el número de operaciones posibles. Después, Marc compartió internet desde su móvil. “No sé ni cómo funcionaba”.
Las respuestas a las muchas preguntas que han surgido y van a surgir no son fáciles. ¿Estamos preparados para mantener la actividad sin depender de un sistema eléctrico tan interconectado como vulnerable? Pero lo que está claro es que, en un día sin luz, lo más sencillo —una pila, un generador, una linterna— volvió a ser imprescindible. Y los trabajadores que lo proveen volvieron a sostener la estructura de lo cotidiano cuando todo lo demás falla.