Un año después de la DANA que golpeó la Comunidad Valenciana, tres suministros industriales —Valsur, CIR62 y Ferretería Isled— recuerdan cómo el agua arrasó con todo, pero también dejó al descubierto la fortaleza de un sector que supo levantarse cuando el agua se llevó el silencio.
Hay recuerdos que no se borran ni con el paso del tiempo ni con el trabajo. Hace justo un año que la DANA golpeó con fuerza la Comunidad Valenciana y dejó a su paso un paisaje de lodo, sirenas y desconcierto. Ahora, la lluvia ya no cae con la misma fuerza, pero su eco sigue resonando en la memoria de quienes lo vivieron.
Para muchos, aquel día fue el comienzo de algo que nadie esperaba: la prueba más dura de su vida profesional y personal. Empresas que se vieron arrasadas por el agua, almacenes convertidos en barro y, al mismo tiempo, una cadena humana de ayuda, solidaridad y resistencia que mostró el alma del sector industrial cuando todo se detuvo.
Tres voces —Silvia Molina (Valsur), Rafa Martínez (CIR62) y Javier (Ferretería Isled)— recuerdan lo vivido. No sólo para mirar atrás, sino para que nadie lo olvide.
El día en el que todo se detuvo
Silvia Molina, responsable de marketing de Valsur, recuerda aquel 29 de octubre con una imagen que no se ha borrado: las calles cortadas, el sonido de las sirenas y el agua cubriendo el suelo de su empresa hasta casi un metro de altura. “Llegar y ver todo el interior lleno de barro, con productos flotando, fue un impacto difícil de borrar de nuestras mentes”, relata.
En CIR62, Rafa Martínez describe una escena similar: el agua entrando sin control, el silencio posterior, las estanterías derrumbadas y las herramientas flotando. “Llevábamos muy poco tiempo desde la apertura y, de repente, todo nuestro esfuerzo quedó bajo el agua. No sabíamos por dónde empezar”.
Javier, gerente de Ferretería Isled, lo resume en dos palabras: “impotencia y abandono.” Mientras veía la desesperación de la gente en la calle, confiesa que en ese momento la empresa fue lo de menos: “Estaba más preocupado por las vidas humanas que por las pérdidas materiales”.
La batalla contra el barro
La recuperación no fue inmediata. Durante semanas, las tres empresas trabajaron con el mismo objetivo: limpiar, ordenar y volver a empezar. En Valsur, el proceso fue “lento y físico”. En CIR62, agotador. Y en Isled, una lucha diaria contra el miedo y la incertidumbre.
“Fue un proceso en el que no sabíamos si lo que hacíamos servía de algo”, reconoce Silvia. “Nos pusimos todos a limpiar y a salvar lo que se pudiera”.
Rafa, desde CIR62, añade que el equipo fue lo que marcó la diferencia: “Todos nos volcamos y remamos en la misma dirección. Algunos compañeros vinieron desde Madrid solo para ayudar”.
Mientras tanto, Javier encontró fuerza en cada pequeño gesto: “Cualquier cosa pequeña me daba muchísima fuerza. La ayuda de mis clientes, mis proveedores o mis amigos fue esencial”.
La fuerza de un equipo
Cuando todo se vino abajo, fueron las personas las que sostuvieron el negocio. Silvia lo recuerda con emoción: “Los compañeros que podían ayudaban sin dudarlo, incluso los fines de semana. Los clientes, muchos también afectados, mostraron una paciencia increíble, y los proveedores se solidarizaron para reponer lo perdido”.
En CIR62, la historia fue parecida. Los proveedores priorizaron sus pedidos, los clientes esperaron sin reclamar, y los compañeros no se rindieron ni un solo día. “En momentos así descubres que las relaciones humanas valen más que cualquier contrato”, afirma Rafa.
Esa red de apoyo también llegó a Isled. “Mis clientes fueron los que me dieron el empujón necesario para levantarme cada día”, cuenta Javier. Y recuerda especialmente un gesto que no olvida: “Había unos niños en el bar de al lado, empapados y llorando. Les dimos toda la ropa seca que teníamos en la tienda. No podía mirar hacia otro lado”.
Lo que el agua no pudo llevarse
Las pérdidas materiales fueron cuantiosas. Las económicas, difíciles de calcular. Pero lo más profundo fue el golpe emocional. “Algunas pérdidas todavía duelen”, confiesa Silvia. “El impacto económico aún se está equilibrando, pero seguimos aquí, con más fuerza que nunca”.
En CIR62, Rafa coincide: “A veces, el recuerdo pesa. Fue un golpe grande, pero seguimos adelante. Aquella experiencia nos hizo más fuertes y más conscientes de lo importante”.
Javier, en cambio, admite que el miedo sigue ahí. “Cada vez que anuncian lluvias fuertes, el pánico vuelve. Invertimos en seguridad y tecnología, pero el recuerdo no desaparece”.
Aprender a vivir con la memoria
Un año después, las tres empresas coinciden en algo: la DANA cambió su forma de entender el trabajo y la vida.
En Valsur, se han reforzado los protocolos de prevención y digitalizado procesos. “Ahora damos más importancia a la organización y a la comunicación con clientes y proveedores. Cuando algo falla, lo importante es estar presentes y dar la cara”.
CIR62 también ha replanteado su manera de gestionar el riesgo. “Valoramos mucho más la prevención, la flexibilidad y la planificación”, explica Rafa. “Y sobre todo, hemos aprendido que lo importante no son las cosas, sino las personas”.
Ferretería Isled, por su parte, ha reforzado su infraestructura frente al agua. “Hemos invertido en seguridad y tecnología. Ahora estamos más preparados, aunque el miedo no desaparece del todo”.
Lo que no debe olvidarse
Cuando se les pregunta qué les gustaría que no se olvidara de aquella tragedia, las respuestas son distintas, pero el fondo es el mismo: la humanidad que surgió entre el barro.
“Que detrás de cada empresa afectada hubo personas luchando por salir adelante”, dice Silvia.
“Que no se olvide la solidaridad que vivimos, porque fue nuestra verdadera salvación”, añade Rafa.
“Que nadie olvide a las personas fallecidas y a las que la administración dejó atrás”, concluye Javier.
Hoy, un año después, la DANA no se fue del todo. Nunca lo hará. Sigue presente en las historias de quienes, entre barro y cansancio, aprendieron a levantarse. Porque, al final, cuando el agua se llevó el silencio, lo que quedó fue la voz de la gente.
















