Veinticinco años no se improvisan. Se construyen paso a paso, con madrugones, decisiones difíciles y muchas horas de mostrador. GSI cumple un cuarto de siglo en Lalín, el mismo lugar donde empezó todo, con una nave vacía, un bloc de notas y la convicción de que había hueco para un suministro industrial diferente.
Un lunes con niebla. Una nave vacía. Un joven de 26 años con una libreta nueva, un bolígrafo y una idea entre manos. Así comenzó GSI hace 25 años, en el corazón de Lalín (Pontevedra), sin más certeza que la ilusión y la convicción de que era posible construir algo distinto. “No teníamos más que las ganas”, recuerda Argimiro Fernández, su fundador y gerente, que rememora aquel primer día con la claridad de quien sabe que marcó un antes y un después.
La historia de GSI está ligada a un momento de inspiración. Una visita a Ferretería Unceta, en Elgoibar, abrió los ojos de Argimiro al suministro industrial de alto nivel. Desde su experiencia previa en una ferretería tradicional, vislumbró la posibilidad de crear en Galicia una empresa con una filosofía profesionalizada y orientada al cliente industrial. Así nació GSI, como un proyecto que apostó por el polígono en lugar del centro del pueblo, pero sin renunciar nunca a su identidad local.
A lo largo de estas dos décadas y media, la empresa ha atravesado momentos de dificultad. La crisis financiera de 2008 dejó noches en vela y decisiones complejas. “Los miedos a veces pueden con nosotros”, admite, pero el empuje personal y el compromiso con el equipo fueron clave para superar los baches. “Conseguí cambiar esos miedos y pensamientos por lucha sin tregua”.
Un equipo como segundo hogar
Si algo define a GSI es su gente. El equipo, dice Argimiro, es más que un grupo de trabajo: “son mi segunda familia”. Con un perfil joven, donde la presencia femenina ha sido siempre significativa, el crecimiento del equipo ha ido en paralelo al de la empresa. Lealtad, pasión y esfuerzo son palabras que se repiten en su relato, no como eslogan, sino como forma de vida compartida.

Desde el mostrador hasta la oficina de dirección, también ha cambiado su papel como gerente. Hoy, más centrado en la estrategia y en la toma de decisiones, mantiene el contacto con el cliente como una parte esencial de su labor. “Quizás ahora soy más reflexivo, menos impulsivo”, reconoce, sin perder de vista la esencia de lo que siempre fue.
Una empresa con acento gallego
GSI ha crecido desde Lalín, sin deslocalizar su raíz. En un entorno con escaso tejido industrial, la empresa ha mirado hacia fuera para ampliar mercado, pero nunca ha dejado de mirar hacia dentro para apoyar su entorno. “Siempre pensamos en Lalín, nunca valoramos salir de aquí”, explica. Buena parte del equipo vive en el pueblo, y GSI ha colaborado con entidades deportivas, sociales e institucionales desde sus inicios.

En este cuarto de siglo, los clientes también han cambiado. Más exigencia, más profesionalización y más competencia. Pero GSI ha mantenido una línea clara: “tener al cliente en el foco principal, saber cuál es nuestra liga dentro del mercado y actuar en consecuencia”.
Cuando se le pregunta por el futuro, Argimiro no da grandes declaraciones. Prefiere hablar de continuidad, de mantener la esencia, de seguir mejorando. “Me gustaría que GSI siga siendo un proyecto vivo, proactivo, donde toque quien toque, mantenga la mejora continua”.
Aquel joven que inició este camino en el año 2000 hoy se reconoce en lo andado. “Mereció la pena”, dice. No hay frases grandilocuentes, pero sí un deseo: dejar una huella positiva, aportar a su entorno, y que, cuando pasen otros 25 años, GSI siga siendo ese proyecto con alma que nació una mañana de niebla en Lalín.