Hace poco, Carlos Pérez Padrón, presidente de Eurolatón, me decía en una entrevista que la competencia era para él fundamental. Le estimulaba, le ayudaba a mejorar, a no perder el norte. “Sin competencia avanzaríamos mucho más despacio porque no tendríamos referencias con las que compararnos y nos faltaría el acicate de superarlas”. Pero no todo el mundo piensa igual. Para otros, la mejor competencia es la que no existe o está moribunda y bien machacada. Algunos incluso se preocupan más de que le vaya mal a la competencia que de sus propios asuntos.
En el sector de ferretería y bricolaje se dan, como es normal, todas esas sensibilidades y no es difícil identificar a los que se alinéan en cada bando. Las consecuencias también son evidentes.
Mi experiencia me lleva a estar muy cerca de la sensibilidad de Carlos y de otros como él. La reflexión que me gustaría compartir se basa en dos preguntas, la primera: ¿Estamos seguros de quién es nuestra competencia? y la segunda: ¿qué hay de los intereses comunes?.
A Daniel Iriarte, primer ejecutivo de Leroy Merlin en España durante los primeros años de este siglo, le oí decir que la preocupación principal de su enseña no era qué hacían las ferreterías ni los demás centros de bricolaje, sino cómo convencer al público que era más interesante y divertido cuidar el jardín o fabricarse una casa de muñecas o alicatar el cuarto de baño que ir al cine, llevar a los niños a Euro Disney o salir a cenar con los amigos. El enfoque era inquietante y, en mi opinión, lúcido. En efecto, Leroy Merlin, Bricoking, Bricor o cualquier ferretería de barrio compiten contra el resto de actividades en el bolsillo -en el presupuesto- del público en general. Y cuando nuestro nivel de saturación de práctica del bricolaje está diez veces por debajo de la media europea, es cuando menos ingénuo preocuparse de la competencia aparente -el resto de establecimientos del sector- que de la real -la televisión, el futbol, los viajes, los bares o los videojuegos-.
En cuanto a los intereses comunes, otro ejemplo. La Plataforma PRIE, integrada por fabricantes, distribuidores y profesionales de diversos ámbitos de actividad, próximos -la mayoría- a la construcción, ha conseguido, pasando por encima de sus intereses particulares, promover la Ley de Plazos de Pago, que obligará a todo el mundo -empresas y administraciones públicas, a partir de 2013, a pagar a un máximo de 60 días de la fecha de factura. O dicho en román paladín, que en vez de pasarse los morosos unos a otros igual se pasan los faroles en el juego del mentiroso, los participantes en la plataforma han decidido unirse para acabar con los morosos y las prácticas abusivas de ciertos clientes comunes.
Al final es una cuestión de enfoque, pero no me digan que no es más práctico ver la competencia como algo positivo y colaborar con ella en los ámbitos en los que los intereses son comunes, que enzarzarse en guerras de los cien años con la ferretería de la misma calle, del mismo barrio o del mismo pueblo con la que llevamos conviviendo, eso, décadas o siglos.
Yo creo que la competencia es una parte fundamental del mercado. Ayuda a crear referencias y referentes en la mente del cliente. Y como decía un amigo y competidor, los clientes no son de nadie, por lo que la competencia nos ha de servir para no perder el norte: el cliente.
Si fuesemos capaces de desarrollar sinergias con competidores… todos saldíamos ganando, pero ya sabemos que habitamos un pais de individualistas en el que, a pesar de las iniciativas que haya, nos sigue gustando ir por nuestra cuenta.
A ver si esta crisis nos ayuda. Graicas por tus reflexiones.
Comparto plenamente tu reflexión .
Yo tambien escuche a Daniel comentar este aspecto en un Congreso de Aecoc y , la verdad , tenemos tantos intereses comunes con todos los participes de nuestro Sector que parece más complicado y poco inteligente buscar guerras de guerrillas entre nosotros que unir los esfuerzos en pro de los intereses comúnes .
Esa es nuestra verdadera batalla , en la que salimos todos beneficiados