Al igual que no se puede crear una empresa sin una finalidad o razón de ser que dé sentido al proyecto, tampoco se puede aspirar a nada sólido sin una cultura de empresa que incluya también un sistema de valores que sirvan de guía y referencia en la acertada toma de decisiones.
Tanto da si lo que queremos es captar a los mejores clientes, a los mejores proveedores o a los empleados de mayor talento: sin valores no funcionará.
Estamos viendo cómo el mundo se conmueve con una guerra absurda, porque hay gente que no tiene valores, sino solo ambiciones y avaricias para tapar sus traumas personales.
Vemos cómo una parte de la información que recibimos los ciudadanos es falsa y está manipulada y comprada por los gobiernos. De nuevo aparece la falta de valores positivos.
En el mundo de las empresas también es imprescindible tener claros y aplicar los valores que se hayan definido como los prioritarios para una buena cultura de empresa.
Como dicen los expertos reales, la educación en valores a edades tempranas en el entorno familiar y escolar marca a las personas.
Tipos de valores
Hay diferentes tipos de valores o escalas que debemos tener en cuenta a la hora de su aplicación en la gestión de la empresa. Y también existen los contravalores, por desgracia.
Entre los tipos de valores están los Morales, que incluyen la libertad (lo que ha perdido Ucrania), la solidaridad, la justicia, la humildad, la comprensión, la verdad, etc.
También están los Personales, Individuales y Emocionales, como la salud, la tolerancia, el esfuerzo, el compromiso, la superación, la autoestima (no puedes querer a nadie, si no te quieres a ti mismo), la constancia, la paciencia, la empatía, la integridad, la honestidad, el conocimiento, etc.
Luego tenemos los valores Sociales o Relacionales: la familia, los amigos/as, los compañeros/as, el respeto, el trabajo en equipo, la cooperación, la transparencia, la coherencia, la participación, la confianza, etc.
Y también tenemos los valores Organizacionales: la excelencia, la innovación, la comunicación, la capacitación, el orgullo de pertenencia, la flexibilidad, el liderazgo y el desarrollo personal y profesional, entre otros.
Al final, de que se apliquen y respeten los valores dependerá la imagen que la empresa transmita a todos sus colaboradores, sean internos o externos. Por eso, debe estar todo el mundo de acuerdo en ellos. No podemos, por ejemplo, fichar a alguien que esté en contra de alguno de los valores que son importantes para nosotros.
Muchos problemas y frustraciones se evitarían teniendo esto claro y funcionando con total normalidad en la gestión del día a día de la empresa.
Los contravalores
Además de seleccionar bien qué valores serán los principales para nuestra empresa, hay que luchar con los contravalores. Como el individualismo (que destruye el trabajo en equipo), la incoherencia (decir una cosa y hacer otra), la desconfianza, desmotivación, codicia o avaricia desmesurada, impaciencia, rigidez, soberbia, etc.
Cualquier exceso de Ego es veneno para una empresa, ya que se daña a su marca de forma drástica e irreversible. Este contravalor es un cáncer que, además, suele ir acompañado de rumores que se convierten en tumores.
La organización efectiva debe luchar en los dos frentes al mismo tiempo. Por un lado, la aplicación de los valores prioritarios previamente seleccionados. Y, por otro, evitar que los contravalores arruinen la cultura de nuestra empresa.
No se trata de sobreactuar, sino de conseguir personas a las que les sea fácil respetar los valores elegidos que rigen la vida de la plantilla. Y de forma natural, auténtica.
Por desgracia, nos encontramos en un momento muy peligroso, donde dominan algunos contravalores en la sociedad. Entre ellos, la impaciencia (querer conseguir objetivos de forma rápida y sin esfuerzo o con poco) o la normalización de la falsedad y la mentira. También el egoísmo desmesurado e individual o pretender una falsa igualdad desmotivando al que lucha. Otros contravalores: no valorar el conocimiento y la cultura, calificar a alguien de cursi porque ser educado y no respetar la vida humana ni la libertad de los demás.
Si queremos una sociedad digna y una economía sana y justa, antes hay que fomentar en los niños y jóvenes los valores. Así luego tendrán una base que les servirá para aportar valor a la sociedad y dar sentido a su vida y a sus esfuerzos por progresar.
Lo que no se ve hace que suceda lo que luego vemos cuando ya es tarde.