Cómo combatir la mediocridad en nuestra empresa

Todos sufrimos, como clientes y consumidores que somos, la sensación de mediocridad o falta de calidad en todo tipo de empresas, desde las muy pequeñas hasta las grandes corporaciones. Que no nos ocurra a nosotros en nuestra empresa depende de las personas. Como somos humanos y tenemos cambios de todo tipo, nos podemos distraer de lo esencial o perder la concentración con cierta facilidad. No existe la posibilidad de eliminar la mediocridad al 100 %. Pero sí podemos dejarla muy reducida, de forma que no nos perjudique a la imagen que tengamos en el mercado.

No nos queda otra que trabajar duro para conseguir que la gente voluntariamente (porque depende de su voluntad) quiera practicar en el día a día la excelencia. Y pongan el máximo cuidado a todo lo que reciba o perciba el cliente.

La mayoría de las veces, los fallos o tareas mediocres que realizamos se deben a fiarnos demasiado de nosotros mismos y nuestras capacidades. Resulta muy dañino, por lo tanto, creer que dominamos algo al 100 % siempre, ya que hay muchos detalles que controlar.

Todos debemos luchar contra los detalles (el diablo está en los detalles cuando hablamos de gestión de empresas,decía un famoso experto).

Por otra parte, hay que empezar por eliminar la mediocridad desde el mismísimo sistema educativo. Porque luego será muy difícil erradicarlo en el mundo labora. Sin embargo, parece que vamos en dirección contraria al exigir cada vez menos.

Una empresa tiene tendencia a la mediocridad cuando se aísla de la sociedad, cuando no es capaz de entender que debe estar incrustada en cómo piensan los consumidores.

Hay que dedicarse a explorar también el mercado, ya que, si solo nos dedicamos a explotar lo de siempre,tendremos fecha de caducidad.

La burocracia potencia la mediocridad

La burocracia favorece la mediocridad

Otro factor a tener muy en cuenta es que la burocracia mata la creatividad y produce siempre mediocridad. Si la competitividad es la capacidad de adaptación y poner al cliente en el centro de la cadena de valor, no podemos permitirnos burocracia alguna. Eliminarla va de ejemplo, de autenticidad, de cliente en el centro y, sobre todo, de humildad suficiente como para evitar cualquier acto de soberbia.

Las empresas empiezan a burocratizarse casi sin darse cuenta. Algunos primeros síntomas se ven cuando el número de gente que ya nunca trata directamente con clientes va creciendo y, lo que era antes obsesión por el cliente, pasa a convertirse en obsesión por el control interno. Y es que la burocracia tiene esto: ordena, vertebra, establece procesos para todo, incluso para auténticas chorradas. Y, así, sin darnos cuenta, hemos fabricado más gente administrativa sin perfil comercial alguno que servidores auténticos especialistas en el cliente.

Lo peor es que detrás de mucha mediocridad se esconde una falsa comodidad inicial que después, al tener que repetir o corregir lo mal realizado, será siempre más incómodo. Y nos quedará la sensación de más tiempo perdido que si lo ejecutamos bien a la primera.

Aprender siempre

A tener en cuenta también que, si no aprendemos continuamente, estamos abriendo la puerta de la mediocridad. Para aprender hay que querer y para desaprender lo que ya no sirve, por los bruscos cambios del mercado, hay que querer más todavía. Y, además, para desaprender hace falta humildad, desterrar la arrogancia de posibles éxitos pasados obtenidos en épocas más estables y más fáciles que la actual y donde no hacía falta afinar tanto en la gestión, por existir más demanda que oferta. Justo al revés que ahora.

Otra cuestión a vigilar es que lo complicado produce problemas y lo complejo produce paradojas y contradicciones. Por lo tanto, hay que saber simplificar y comunicar las cosas para que nuestro equipo no se pierda ni tenga tantas dudas al ejecutar su trabajo.

Hay que aprender a combinar la calidad y la agilidad en todo lo que hagamos y solo así evitaremos la mediocridad en cualquiera de nuestros procesos de trabajo.

Las organizaciones de la apariencia y el postureo serán poco competitivas. Cada vez resultará más fácil detectar la falta de calidad o las incoherencias entre las propuestas que hacen a sus clientes y la realidad de lo que son capaces de entregarles.

La autenticidad en una empresa es un valor sólido cuando cada uno se pregunta por su propia autenticidad a nivel individual antes que ponerse a medir la de los demás.

Aquellas organizaciones donde las convicciones sean a medias no podrán librarse de la mediocridad. Por eso, la autenticidad como base del compromiso es la mejor apuesta para huir de ella. Al depender de las personas, debemos tener la máxima convicción de que podemos crear una obra de arte de todas nuestras tareas y procedimientos. Y esto debe calar en todo el equipo.

Cambio de mentalidad

Mediocridad

Ya no valen tonterías en las empresas. La que gesticule más que dedicarse a una verdadera transformación, la que cree que el largo plazo es una suma de pequeños plazos, la que se cree que innovar es tener ideas sin asumir riesgos, la que cita el liderazgo pero es incapaz de tomar decisiones, la que habla de talento pero es un equipo estancado profesionalmente, la que confunde soluciones con tener que pasar por reuniones, la que no tiene bien definida una estrategia… estará automáticamente condenada.

La lucha por la permanencia en los mercados se va a librar por tener un grupo de personas ágiles y que cuidan todos y cada uno de los detalles y que tengan en la mente que su verdadera misión es servir con excelencia al cliente.

Esto requiere de un cambio de mentalidad en las relaciones empresa-empleado, donde todas las partes se fundan en una sola y donde no caben los individualistas por muy buenos que sean, sino aquellos capaces de trabajar en equipo pensando en el lucimiento colectivo y no en el individual. Y esto es algo cultural.

Efectivamente, la cultura de la empresa debe promover y provocar un pensamiento colectivo, donde la prioridad sea la excelencia en todas las interacciones con los clientes y, para eso, debe estar todo el equipo muy bien formado y entrenado. Y debe existir un proyecto de empresa en el que todos crean, en el que todos tengan la fe y la convicción suficientes como para hacer posible la satisfacción e incluso la sorpresa del cliente cuando vaya a evaluar lo que ha recibido y cómo lo ha recibido.

Los mercados cada vez son más exigentes y, por lo tanto, no van a perdonar toda la mediocridad que sí han perdonado en el pasado. La batalla comercial se va a librar en este ámbito: o eres excelente o eres mediocre para el cliente. Esto es duro, contundente, exigente e, incluso a veces, injusto, pero eso poco importa cuando hablamos de supervivencia. Así que no nos queda otra que ser también nosotros en nuestra empresa muy duros respecto a la calidad que entregamos, muy contundentes en que nuestra gente aprenda, muy exigentes en combatir la mediocridad o no seguiremos en el mercado.

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Evolución de las empresas. Factores negativos - El Blog de José Carrasco
Evolución de las empresas. Factores negativos - El Blog de José Carrasco
12/02/2019 09:32

[…] Aquellos que solo quieren permanecer en tierra conocida van a desaparecer. […]

Fermín Espin Muñoz
Fermín Espin Muñoz
19/12/2018 08:16

Refleja con precisión la realidad actual del mercado y propone acciones imprescindibles a las empresas que quieran seguir adelante.
Añadiría que para conseguir esto se necesita invertir en procesos de comunicación y formación a personas, tanto como en sistemas tecnológicos.
Lo difícil, que no imposible, es conseguir recursos para todo y creo que aquí está el gran reto que debemos afrontar ya que la rentabilidad de las ventas, cada día es inferior…

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