Todas las empresas, y más todavía las pymes, ante momentos de grandes cambios e incertidumbre se encuentran con el problema de la dispersión de sus equipos, que se descentran con suma facilidad y la visión se vuelve como una foto borrosa. Con los cambios en el mercado a gran velocidad vienen los problemas y empiezan a buscarse culpables en lugar de soluciones, el equipo se rompe y algunas individualidades parecen haber desaparecido o haberse escondido de la realidad, se meten en el día a día lo más camuflados posible y sin querer debatir abiertamente los nuevos problemas.
Es misión del líder tratar por todos los medios de mantener al equipo unido o, al menos, a la mayoría de la gente unida en torno a la estrategia de la empresa. Aquí nace el problema, ya que muchas pymes tienen jefes, pero no líderes y eso ahora no vale.
El líder, para evitar que la gente solo luche por su zona de confort, debe inyectar talento más disciplina como antídoto de esta grave enfermedad empresarial.
Además, en los equipos pequeños, si hay alguien que se vuelve tóxico y tiene influencia, podremos estar ante un verdadero problema que, si no se acomete a tiempo, nos lleve a una situación irreversible o a tener que cambiar a la mayoría del equipo, lo que a corto plazo nos hará bastante daño.
Es precisamente en estos momentos de confusión cuando el personal mira más que nunca a su superior, esperando soluciones y luz ante tanta niebla. La comunicación del máximo responsable se hace entonces imprescindible y tiene más repercusión que nunca su calidad, transparencia y persuasión.
Si la empresa lleva muchos años en el mercado, se podrá seguramente aludir a que ya salimos de alguna situación complicada, pero eso nunca nos inmuniza para el siguiente virus, aunque al menos servirá para dar ánimos y elevar la moral en un momento clave.
En estos momentos de grandes cambios y adaptaciones de nuestras pymes que suponen un gran desgaste emocional es cuando se vuelve más importante el talento en equipo frente al individual, es cuando el valor y el esfuerzo más falta hacen, cuando necesitamos más ideas nuevas que nunca y la capacidad para ponerlas en marcha.
Siempre en estas épocas se producen daños colaterales de gente que pensábamos que estaban comprometidas (porque lo estuvieron), pero descubrimos que ya no es así, lo que sin duda nos supone una gran decepción de la que debemos recuperarnos de inmediato.
Es obvio que la creatividad atrae nuevos proyectos que suponen trabajo adicional para que se puedan convertir en innovación en el mercado y esto aumenta a corto plazo la presión sobre el equipo, que debe repartirse las cargas de forma equilibrada y, para ello, se requiere en esos momentos la máxima unión y comprensión de la realidad.
Algunos equipos se descentran tanto que, además de perder el norte por los nervios, se quedan con la visión estrecha del día a día sin ver la globalidad de la situación, es decir, sin ver dónde ubicarse en el mercado que acaba de cambiar las posiciones de todos.
Se deja de tener clara la estrategia y la organización y ello deriva en ser menos competitivos que antes y, por ello, el líder debe reflexionar sobre cómo adaptar la nueva estrategia en el nuevo entorno y cómo hacer los cambios organizativos adecuados, pero esto no puede hacerlo solo, necesita la ayuda, al menos, de una parte del equipo.
Si se consigue pasar la tormenta, el equipo que quede con sus bajas y altas o con sus cambios de visión y comportamientos saldrá muy reforzado, porque el aprendizaje será de gran valor y servirá de refuerzo para subir de nuevo el entusiasmo necesario.
Un equipo bien alineado dispone de numerosas ventajas en el mercado y, por eso, es tan importante para la dirección darle prioridad absoluta.