En la gasolinera de Repsol quieren hacerse cargo de mi contrato de luz doméstica; antes de las 9 de la mañana Movistar me ha ofrecido un seguro dental; poco después La Mutua me da la mejor oferta para proteger mi segunda residencia; La Caixa, antes de comer, confía en que un pack de menaje más una televisión me obligue a llevarles nuevos dineros. Por la tarde, más de lo mismo; mejor apagar el teléfono.
Seguro que usted, como consumidor, vive en un mundo muy parecido al mío en el que se ha normalizado ocupar el tiempo de los clientes (molestar) con la intención de colocarles servicios varios, aunque no tengan nada que ver con el objeto fundacional del contrato.
Hay algunos días que cambiaría de compañía si no fuera por la pereza que da y la certeza de que, la siguiente, no tendrá comportamientos distintos.
Me cuesta entender qué directivos diseñan estas estrategias comerciales, ya que estoy seguro de que ellos también las sufren en sus propias carnes.
Nos hemos creído que todos vivimos en las tierras negras de Ucrania
Como soy hijo de agricultores, siempre he establecido paralelismos entre las carteras de clientes y la fertilidad de las tierras. En muchos campos de Castilla es normal dejar sin sembrar durante uno o varios ciclos vegetativos con la intención de que el terreno se fortalezca y mejore la próxima cosecha. Se la deja en barbecho.
En este contexto económico en el que la avidez y las prisas mandan sería impensable dejar respirar al cliente y ofrecerle sólo lo sensato. El humus que necesita la relación comercial para seguir produciendo.
Las empresas de servicio, ya casi todas multisectoriales, me recuerdan a esas diosas asiáticas con múltiples brazos que se ocupan, sin parar, de meter la mano en el bolsillo a los clientes sin reparar en si es lo más aconsejable. La crisis del 2008 nos dejó a los financieros en la cúpula de los negocios y se han quedado con la única intención de que los socios trinquen dinero a corto plazo. ¡Que Shiva los cruja a todos ellos!
Siempre he creído que, en las relaciones comerciales no hay que tener prisa. Está claro que soy yo el que sobra.
Los atracones del presente adelantarán el hambre del mañana.
Nos hemos creído que todos vivimos en las tierras negras de Ucrania, las únicas que dan 3 cosechas al año.
Un restaurante en Denia al que llegué con las expectativas bajas y al que no me importaría volver, L’Eriçó del Trampolí
Has dado en el clavo Javier!!
Me alegro de que te haya gustado Ángel. Gracias por participar y ya nos encontraremos en algún evento.