He compartido con Antonio Valls algunos ratos en las últimas semanas y he disfrutado, especialmente, de las anécdotas que cuenta cuando se deja caer por algún negocio o almacén de ferretería de los prehistóricos; las más dichosas se refieren a esos inmovilizados vetustos al que el dueño del cotarro adjudica un valor extraordinario.
Un macho de roscar de medio metro que acumula el polvo del desierto del Sáhara, una llave fija para tuercas elefantiásicas, mezcladoras de pintura de los tiempos de Maricastaña o tostadoras de pan anteriores a la llegada de las rebanadas. De muchos de ellos recuerdan su valor en pesetas y creen todavía en la firme posibilidad de venderlos en lotes imposibles. Estos negociantes de lo antiguo, hijos de la posguerra la mayoría, echarán en breve la persiana de esos oscuros negocios sin haber reparado en la cantidad de espacio que esas antiguallas robaron a los productos que realmente tenían salida.
Las anécdotas fluían -ya es legendaria la locuacidad de Toni- mientras departíamos con la familia Crusells, de Elektro 3-EDM, en mitad de su fastuoso y luminoso showroom lleno de productos modernos y de alta rotación. Entonces me acordé de Diógenes y su síndrome.

Diógenes de Sínope fue un filósofo que abrazó la Escuela Cínica y vivió como un vagabundo desterrado en las calles de Atenas. De forma inmerecida, ya que al vivir al raso apenas acumulaba enseres, el griego ha dado nombre a una enfermedad que se caracteriza por la acumulación de restos y basura en interiores. También en la ferretería sabemos de eso.
Como recomendación gastronómica una barra de marisco cerca del Rastro de Madrid; para no salirnos del tema. La Paloma.
Javier haciendo Amigos… y comiendo ostras…!!! Comparto lo de Elektro 3 y su espectacular showroom. Si no te importa te voy a copiar lo de ” la tostadora de antes de existir las rebanadas”. Saludos.
Siempre he tenido pocos amigos Paco pero buenos. En cuanto al copy de las rebanadas te lo cambio por una comida que nos debemos hace tiempo. Pago con fondos de reptiles. Abrazo.