Durante la reciente Dana que asoló la Comunidad Valenciana, hemos podido comprobar cómo los suministros industriales de proximidad han vuelto a demostrar su verdadero valor. Muchos decidieron dejar a precios de coste productos esenciales, como palas, guantes, cascos o mascarillas, poniendo el bienestar de su comunidad por encima de sus propios márgenes. Estos gestos nos recuerdan por qué los negocios de toda la vida son un pilar fundamental para el tejido social y económico de nuestras ciudades y pueblos.
Los suministros locales representan algo mucho más importante que una simple transacción: son un símbolo de confianza y cercanía, de saber que, en los momentos en que más se les necesita, están dispuestos a dar un paso al frente por sus vecinos. Su respuesta ante situaciones de emergencia demuestra un compromiso que va más allá del negocio, alimentado por la relación cercana y de confianza que han construido durante años con sus clientes.
Apoyar a los comercios de proximidad es una inversión en nuestra propia comunidad. Estos negocios no solo están presentes en el día a día, sino que nos conocen, nos comprenden y responden a las necesidades de una manera personal y directa. Cuando apostamos por ellos, estamos fortaleciendo una red de apoyo que, en tiempos de adversidad, resulta esencial para mantener unida y segura a nuestra comunidad.
Además, los negocios de proximidad aportan un valor que va mucho más allá del producto: son el corazón de la economía local. Generan empleo, dinamizan la economía del barrio y crean un sentido de pertenencia que fortalece nuestra identidad y nos hace sentir parte de algo mayor. Elegirlos significa también elegir una economía más cercana, donde prima el apoyo mutuo.
La reciente actuación de los suministros industriales durante la Dana nos deja una lección importante: en los momentos difíciles, los negocios de proximidad no sólo responden, sino que lo hacen con generosidad y empatía. Son estos gestos los que construyen el tejido de una sociedad solidaria y cohesionada. Sigamos apostando por nuestros suministros locales, esos que llevan años a nuestro lado y que, en cada acción, demuestran que la cercanía es un valor irremplazable.
Hoy os recomiendo ‘Rostros en el agua’, de Janet Frame y de la editorial Trotalibros, una de las escritoras más importantes de Nueva Zelanda. Este libro es un relato muy personal y un análisis de una sociedad que aún rechazaba a sus enfermos, recluyéndolos, deshumanizándolos, condenándolos al olvido. Janet, de hecho, empezó a escribir la obra por sugerencia de su psiquiatra como unas memorias de su traumático paso por varios manicomios del país.