Cuando les pedimos a las empresas del sector un vaticinio de cómo les irá el año, el término “incertidumbre” actúa como una barrera profiláctica frente a los triunfalismos. Es una palabra líquida, sin rostro ni forma, pero que llama a la cautela: el sector va bien, sí, pero nos nos confiemos. Solo hace una falta una chispa para que aflore alguna de las amenazas de alrededor.
Y de pronto Estados Unidos ataca Irán. La incertidumbre se despeja y lo único cierto es que una escalada bélica puede tener consecuencias en el precio de la energía o en las cadenas de suministro mundiales. Más aún si el enfrentamiento perdura o crece en hostilidad.
Frente a esto, el sector de ferretería y bricolaje es un valor refugio porque en los últimos años ha salido airoso -incluso fortalecido- de tantas y tantas crisis. Ha sabido escabullirse de tantos escenarios apocalípticos que la incertidumbre es menos incertidumbre en este sector.
Lo llevamos viendo muchos años. Mientras las bolas de cristal de los más agoreros pronostican futuros sombríos, el sector sigue sacando músculo. Y la crisis con derivas impredecibles que se puede abrir tras la intervención de Estados Unidos en el conflicto de Oriente Próximo será una oportunidad más para comprobarlo.
El sector ha demostrado, de sobra, su fortaleza
La industria ferretera, según los datos de AECOC, cerró el año 2024 con un crecimiento del 4,3 %. Y las empresas confían en crecer un 5 % durante este 2025 pese a los retos -entre ellos, según el último Barómetro de la organización, la llegada de Donald Trump al poder-.
En los últimos años hemos visto crecimientos generalizados en el sector, habiendo superado pandemias, graves problemas en la cadena de suministro y catástrofes naturales. Una gran guerra entre potencias, tan hollywoodiana, siembra un lógico miedo sobre lo que ocurrirá después.
Pero el sector ha demostrado, de sobra, su fortaleza. Por mucho que el mundo conocido se nos tambalee.
Esta película, después de todo, ya la hemos visto más veces.