En estas últimas semanas hemos asistido a distintas ferias del sector. Por supuesto, hemos hablado con muchos de los proveedores presentes. Y casi todos nos han trasladado que el mes de octubre ha sido de récord, unas cifras históricas. Que, además, este mes de noviembre tampoco está yendo mal. Y que seguramente el año acabe bien, incluso mejor de lo esperado. Muchos hablan de dos cifras con una tranquilidad pasmosa.
Sin embargo, aún se festeja con la boca pequeña. Un sentimiento cercano a la culpa religiosa se extiende por todas las empresas del sector que, otro año más, crecen y en algunos casos de forma significativa. Como si al girar la esquina de la euforia aguardaran todos esos males que desde hace algunos años amenazan con destruir un sector resistente como pocos.
Quizás debamos verlo desde otra perspectiva: si con todos los desafíos que afronta la economía (y que están haciendo temblar a industrias potentes como la automoción) el sector ferretero sigue creciendo, esto solo significa que si la situación fuera más estable la alegría sería aún mayor.
En un plano más alejado de lo estrictamente económico, este último mes, a consecuencia de la DANA, también ha servido para demostrarnos que nos movemos en un sector esencial. Con letras mayúsculas y sin matices. Que esta industria, sencillamente, no puede no existir. Que las dinámicas mensuales o trimestrales son solo eso, dinámicas, pero que la balanza a final de año generalmente -y con sus debidas excepciones- suele jugar a favor.
Ahora que ya encaramos un mes de diciembre propicio para la confraternización y los buenos propósitos, conviene recordarnos que el sector marcha bien. Y que no estaría de más creérnoslo.