En las calles del Poblenou todavía resuena el eco de las fábricas, aunque los ruidos de las máquinas y los talleres hace tiempo que se apagaron. Los edificios miran ahora a un barrio distinto, transformado por las Olimpiadas de 1992. De ser el corazón industrial de Barcelona, el Poblenou pasó a convertirse en un escaparate moderno, pero quienes vivieron esa transición aún recuerdan el vértigo de aquellos años.
“Cuando nos dimos cuenta, todo había cambiado. Las fábricas se marchaban, y nosotros tuvimos que decidir si nos íbamos con ellas o nos quedábamos para reinventarnos”, cuenta Martí, de Ferretería Bonet, ubicada en el barrio. Para él, la transformación fue un punto de inflexión que marcó la identidad de su negocio.
Por su parte, desde Ferretería Industrial Martí (FIMSA) comparten una experiencia similar: “Nuestros clientes dejaron la zona y nosotros tuvimos que adaptarnos, seguir sirviéndoles, pero movilizándonos y realizando un cambio en nuestra logística. El barrio pasó a no necesitar lo que nosotros llevábamos décadas ofreciendo”.
Un barrio en transformación
En los años previos a las Olimpiadas, aunque el Poblenou vivía un lento declive industrial, seguía siendo un enclave estratégico. Pero con la llegada de los Juegos, el barrio se convirtió en el epicentro de una de las mayores transformaciones urbanas de la ciudad. La Villa Olímpica, las playas recuperadas y las nuevas infraestructuras cambiaron la fisonomía del barrio y, con ella, su economía.
Lo que fue una reconversión brillante para Barcelona a nivel global también supuso el fin de una era para algunas empresas industriales y un cambio para los negocios ferreteros de la zona. Empresas que llevaban décadas trabajando codo a codo con la industria local tuvieron que enfrentarse a la caída de la demanda y al éxodo de fábricas hacia la periferia o fuera de la ciudad.
“Fue un golpe duro”, recuerda Martí. Su ferretería tuvo que replantear su modelo de negocio. “Nos centramos en productos más específicos y en atender las nuevas demandas del barrio, un comercio de cercanía, que creció con el auge urbanístico de Barcelona. Pero fue un cambio obligado”.
Adaptarse o desaparecer
Las historias de Ferretería Bonet y Ferretería Industrial Martí no son únicas. Como ellas, otros suministros industriales enfrentaron años de incertidumbre tras el cambio olímpico. Algunos optaron por seguir el movimiento natural de la industria, desplazándose hacia las afueras de Barcelona, donde las fábricas continuaban operando. Otros, como estas dos entidades, decidieron resistir, adaptándose a un nuevo entorno.
El cambio no solo transformó su clientela, sino también su esencia. “Nos convertirnos en una ferretería mucho más técnica y especializada”, explica Óscar Hernández, responsable de compras de Ferretería Industrial Martí.
La esencia que persiste
A pesar de los cambios, el Poblenou mantiene algo que lo hace único: su espíritu de barrio. En sus calles todavía se percibe esa mezcla de lo antiguo y lo moderno, de lo industrial y lo creativo. Los nuevos estudios de diseño y las startups tecnológicas conviven con talleres artesanales y pequeños comercios que se resisten a desaparecer.
“Esto sigue siendo Poblenou. Es distinto, sí, pero hay algo en el aire que no ha cambiado. La gente se conoce, se saluda, se ayuda”, afirma Óscar.
Y es cierto. Aunque los Juegos Olímpicos marcaron un antes y un después, el Poblenou no ha perdido su alma. Los viejos edificios, ahora rodeados de otros más modernos, son un recordatorio de su pasado. Pero también son un símbolo de resistencia, como las ferreterías que han sabido adaptarse sin perder su identidad.
Porque el Poblenou, al igual que sus negocios, es un barrio con una historia de cambios, de desafíos y de evolución constante, pero siempre con un pie firme en sus raíces.